Francisca Díaz González, actriz de
Faltaban
pocas semanas para que se cumpliera un año de la inauguración de ese espacio,
casi 11 meses llenos de actividades artísticas innovadoras y que mostraban un
interesante trabajo experimental. Logrando ampliar el espectro de público
interesado en eventos teatrales y promoviendo talleres y seminarios, además de
la constante cartelera, la compañía La Otra Zapatilla con su Centro
Cultural La Nueva Concepción
lograron una brillante efervescencia cultural durante el tiempo que ocuparon
ese lugar.
Francisca, ¿por qué surge la
necesidad de dejar el espacio de Janequeo 629, conocido últimamente como Centro
Cultural La Nueva
Concepción ?
Foto Casa Janequeo 629 |
Porque la dueña del lugar se negó a
seguir arrendándonos el lugar. Dijo que ella había reunido firmas para echarnos
de allí, que los vecinos estaban molestos con nosotros por nuestros “supuestos
ruidos”. Aclaro que esas firmas jamás se nos mostraron. La señora nunca fue muy
clara. Finalmente, reconoció que a ella le convenía mucho más arrendar el lugar
para estudiantes. En fin, ella no apoyaba que nosotros hiciéramos actividades
artísticas, tenía una visión totalmente distorsionada de lo que nosotros
hacíamos. Quisiera contar que el trato que la señora tuvo hacia nosotros no fue
el mejor.
¿Qué significó la casa en estos
últimos meses?
La casa, mientras duró, para
nosotros fue un núcleo y un pulmón. Significó libertad en varios sentidos. Fue
una experiencia maravillosa, creamos arte y creamos audiencia. Este último
punto era fundamental para nosotros. Fuimos de a poco formando un público que
nos seguía fielmente.
No cabe duda de que también
significó muchísimo trabajo, cuidarlo, mantenerlo. No logramos la
autosustentabilidad del espacio; supongo que eso se debe a la falta de buena
difusión. Por sobre todo quisiera destacar los derechos creativos que este
espacio nos brindó. Todas las ideas que surgieron se hicieron sin mayores
cuestionamientos; hoy en día, crear así de libremente es una instancia deseada
por todos los artistas. Y, obviamente un nuevo anhelo para La Otra Zapatilla
En tu opinión, ¿fue la casa un
importante centro de convergencia de las artes escénicas en Concepción?
Sí. Repito: fue un núcleo y un
pulmón. Tuvimos muchas visitas a lo largo de lo que duró el centro cultural,
tanto en los talleres como en las funciones, pero por sobre todo en las funciones.
Fue mucha gente que no había ido nunca al teatro y eso es maravilloso. Poder
acercar a aquellas personas ajenas al teatro al mundo de las artes escénicas es
un privilegio.
¿Pretenden conseguir un nuevo
espacio semejante al anterior, de una línea parecida?
Estamos buscando un espacio, sí.
Pero tendrá otra finalidad y otro funcionamiento. Ya probamos con un centro
cultural de las características que tuvo y si bien tuvimos muchos logros artísticos,
emocionales e intelectuales, fue extremadamente agotador y nos agotó un poco
las energías, ya que económicamente no logramos lo suficiente. Es por esto, que
buscamos un nuevo espacio para ensayar y para guardar nuestras escenografías,
ya no se harán talleres (a menos que la persona que lo haga tenga sus alumnos
asegurados, para no arriesgarnos a tener 2 alumnos por taller) y se harán
funciones pero mas acotadas en el tiempo, para asegurarnos también mayor
cantidad de público y menos desgaste de nuestra voluntad, creatividad y
energías.
¿Se lograron las metas y objetivos planteados
por La Otra Zapatilla
con la casa de Janequeo?
Se lograron las metas artísticas,
no las económicas.
¿Hasta qué punto se dificultó el
mantenimiento de la casa y los artistas? ¿Cómo se subsistió, en términos
económicos, de relaciones, convivencia, creación artística, formación?
La idea era que con los talleres y
las funciones el espacio se autosustentara, pero eso no ocurrió. Por problemas
de gestión, de la falta de un productor/a y quizás por la escasa experiencia en
mantener un espacio. Debido a esto, varios de los integrantes de la compañía
comenzaron a hacer planes de ventas de funciones, eso sí funcionó. Con esto,
cada integrante de la obra vendida recibía honorarios, y, con parte de estos,
pagaba su parte del arriendo del centro cultural. Aquel que no tuviese
funciones vendidas en el mes pero si quizás hacía clases o tenía pequeños
"pololos" por ahí, pagaba con ese dinero la cuota del centro
cultural.
Artística y creativamente si se
sustentó. Nacieron varias obras como “Rómpeme”, Fe de ratas”, los cortos
teatrales, la muestra de dramaturgia, etc. Tener la libertad para crear
desemboca en un algo creado, eso es muy rescatable. Hoy en día se siguen
haciendo funciones de algunas de esas obras.
En cuanto a la convivencia, debo
decir que como en todo grupo humano hubo conflictos, pero nada que no se
pudiera resolver u olvidar durante la horas de trabajo. Pero también nos
seguimos afiatando como compañía, ya que si bien varios trabajamos en lugares
aparte y con otras compañías (necesidad artística y sobre todo actoral) hoy en
día sabemos que es lo que queremos y que
es lo quiere nuestro compañero.
En cuanto a formación, sí,
aprendimos mucho, muchísimo. Aprendimos mucho artísticamente, cada proceso
creativo es una nueva instancia de aprendizaje. También aprendimos algo más de
lo que es o lo que no es la gestión y el mantenimiento de un espacio.
Sólo quisiera agregar que el centro cultural fue de alguna manera un
lugar donde por fin se pudo formar un gremio de actores penquistas. No digo
que el centro cultural haya sido el responsable de esta nueva unión, pero si
fue cede de la cohesión de energías.
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que pena que tengan que dejar el lugar, espero que encuentren algo mejor. fuy a er Cuchitril y fue una experiencia increible.
ResponderEliminarhay mucho talento en Concepcion exito en todo!!!