El Honorable Trabajo de la Creación
Por
César Parra Gutiérrez,
Director
Teatro de títeres Vagabundo, FIT Surtíteres.
Crear para la actual escena nacional, es un
ejercicio que linda en lo heroico, o tal vez, en lo auto flagelante o en
términos del teatro antropológico en permanente equilibrio precario.
No
es fácil sacar adelante una puesta en escena, y mucho menos lograr que supere
las 20 representaciones, que madure, que crezca y que encuentre el punto en que
uno dice “esta obra esta lista, vamos a otra cosa”. No, no es así. Vemos como
muchas de nuestras ideas terminan siendo solo un ejercicio de investigación que
nos llevó meses en desarrollarlo, pero finalmente no logro cruzar el umbral que
separa un buen proyecto, de la obra teatral.
Como
trabajadores del arte, debemos transitar por los vericuetos del diario vivir, y
como trabajadores independientes es todo un desafío, pues debemos
transformarnos en agentes multipropósito, a lo circo de chamorro: vendiendo,
publicitando, gestionando, hacer familia, criando y dedicando lo que sobra a crear. Y de pronto se
cruza por la cabeza la terrible idea de la dignidad, en especial cuando
florecen nuestras primeras canas y nos dan ganas de la casa digna, la salud
digna, de educación digna, del brindis digno. Si, la dignidad, ese esquivo
concepto que sintetiza perfectamente lo que debiese ser nuestro sur ético, tan
esquiva por momentos, sobre todo en lugares donde uno pensaría que estamos en
sintonía, pero no, pues muchas veces en aquella escuela donde fuimos a vender la
función que falta para llegar a fin de mes y después de haber logrado
exitosamente pasar la barrera de los porteros, ahí justo frente al escritorio
del honorable director, en su inmaculada sapiencia docente y un concurso de
director recién ganado, pregunta: “¿y cual seria la moraleja de la obra?” -
¡Moraleja!… - y justo ahí, en ese preciso segundo, hay que morderse el labio
inferior para no lanzarle un jarro llenito de “¿Y el hecho artístico no es
suficiente?”. De teatro contemporáneo ni
hablar, porque lo que usted me pide es pertinencia de las fabulas. Claro solo
lo pienso porque de decírselo capaz que pierda la venta.
Ir
a las escuelas y los colegios a presentar una propuesta escénica, de actores
títeres o humanos, dirigido a la infancia y que sea aceptada solo por el hecho
de ser una obra teatral, ya no es suficiente. Los chicos tienen cada vez menos
tiempo para el disfrute y el desarrollo de su capital cultural. El SIMCE se ha
transformado en la PSU de los niños, si hasta facsímiles se venden en los kioscos,
pero muy poco se habla de la importancia y lo necesario del arte en la
formación social, intelectual y emocional en la vida del niño/a, pero no es
extraño si se han disminuido las horas artísticas del currículum educacional,
al punto de casi hacerlas desaparecer. Entonces ¿Cómo formamos nuevas audiencia
si cada vez hay menos espacios para trabajar y la gente no acostumbra a pagar
una entrada?, ¿para donde vamos como sociedad si ya las artes son un bien de
consumo y no social?
Cuando
nos enfrentamos a la nueva obra, a esa
que nos gustaría desarrollar, pensamos inequívocamente ¿Se venderá?, ¿Este año
quien estará en el jurado fondart? Y se me viene a la cabeza una frase de
Meyerhold “(…) Debes hacer que paguen por el teatro que ellos quieren ver, pero
debes paga de tu propio bolsillo el teatro que quieres hacer”. Porque lo cierto
es que la realidad nos asusta y nos aturde, no lleva por un camino de
insensatez, creyendo que el arte es industrializable, que las ferias de
negocios aseguraran un posible contrato con algún municipio o corporación o que
un programador nos lleve a recorrer el mundo, ganando en euros, dólares o
yenes… que lindo. Pero no, la verdad es que hay que llegar a fin de mes y
olvidarse que la creatividad, la pasión y el contenido deben estar puestos al
servicio de la sociedad.
Se
han construido muchos centros culturales en la región pero sin presupuestos. El
estado le dice a los municipios que es responsabilidad de estos últimos
gestionar los recursos para que la actividad cultural florezca y se desarrolle,
pero los municipios responden “¿Y con que ropa? Si tenemos deudas históricas en
educación, salud, campañas, juegos artificiales de año nuevo, o algún
evento “a mil” de impacto nacional que nos haga sentir que somos parte de la
gran capital”, pero que a los artistas locales nos dejan la sensación que el
presupuesto (y las voluntades) podría invertirse, además, en elencos de acá.
Pero,
si coincidimos en la necesidad de las artes en todos los niveles sociales y la
cultura como un derecho, de las actuales políticas culturales no se puede
esperar nada, o tal vez si, esperar a que algún día nos organicemos y podamos
participar de la construcción de leyes que protejan a los trabajadores de las
artes desde otra área que no sea el código del trabajo, que tengamos nuestra
propia ley del teatro, pero ojo, una que nos sirva a nosotros y no a los
productores, que sea escrita por los trabajadores de las artes, y no por
definiciones de diccionario, porque solo nosotros sabemos quienes son lo
trabajadores del teatro, solo nosotros, porque no espero que un gestor, un
director de corporación, un productor e incluso un ministro entienda que la
única forma de sostener el arte en Chile es subvencionándolo. Necesitamos salas
independientes, necesitamos equipamiento para estas, necesitamos de políticas
culturas estén en sintonía con los creadores y con la realidad regional y,
sensibilicen a las instituciones respecto a la importancia de invertir en
cultura, de promover la acción local, necesitamos más entidades que valoren y
entiendan la importancia de la creación, del hecho artístico, del arte sin el
concepto de industria, pero sobre todo necesitamos desarrollar una sociedad que
dignifique efectivamente el “quehacer humano” y, en nuestro caso, la dignidad del artista, que al fin y
al cabo es lo único que podremos heredarle a nuestros hijos, el resto será solo
historia para el rescate patrimonial de un pasado que se extinguió.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Columnas Anteriores
2013.
- "El honorable trabajo de la creación", por César Parra Gutiérrez.
- "Qué esperamos para la cultura y el teatro penquista en el 2013", por Lizardo Gutiérrez Torres.
2012.
- "10 años de un largo caminar" por Carmen Gloria Moya Cisternas.
- "Del Teatro y la ciudad" por Susana Monserrat Chau Ahumada.
El Honorable Trabajo de la Creación
Por
César Parra Gutiérrez,
Director
Teatro de títeres Vagabundo, FIT Surtíteres.
Crear para la actual escena nacional, es un
ejercicio que linda en lo heroico, o tal vez, en lo auto flagelante o en
términos del teatro antropológico en permanente equilibrio precario.
No
es fácil sacar adelante una puesta en escena, y mucho menos lograr que supere
las 20 representaciones, que madure, que crezca y que encuentre el punto en que
uno dice “esta obra esta lista, vamos a otra cosa”. No, no es así. Vemos como
muchas de nuestras ideas terminan siendo solo un ejercicio de investigación que
nos llevó meses en desarrollarlo, pero finalmente no logro cruzar el umbral que
separa un buen proyecto, de la obra teatral.
Como
trabajadores del arte, debemos transitar por los vericuetos del diario vivir, y
como trabajadores independientes es todo un desafío, pues debemos
transformarnos en agentes multipropósito, a lo circo de chamorro: vendiendo,
publicitando, gestionando, hacer familia, criando y dedicando lo que sobra a crear. Y de pronto se
cruza por la cabeza la terrible idea de la dignidad, en especial cuando
florecen nuestras primeras canas y nos dan ganas de la casa digna, la salud
digna, de educación digna, del brindis digno. Si, la dignidad, ese esquivo
concepto que sintetiza perfectamente lo que debiese ser nuestro sur ético, tan
esquiva por momentos, sobre todo en lugares donde uno pensaría que estamos en
sintonía, pero no, pues muchas veces en aquella escuela donde fuimos a vender la
función que falta para llegar a fin de mes y después de haber logrado
exitosamente pasar la barrera de los porteros, ahí justo frente al escritorio
del honorable director, en su inmaculada sapiencia docente y un concurso de
director recién ganado, pregunta: “¿y cual seria la moraleja de la obra?” -
¡Moraleja!… - y justo ahí, en ese preciso segundo, hay que morderse el labio
inferior para no lanzarle un jarro llenito de “¿Y el hecho artístico no es
suficiente?”. De teatro contemporáneo ni
hablar, porque lo que usted me pide es pertinencia de las fabulas. Claro solo
lo pienso porque de decírselo capaz que pierda la venta.
Ir
a las escuelas y los colegios a presentar una propuesta escénica, de actores
títeres o humanos, dirigido a la infancia y que sea aceptada solo por el hecho
de ser una obra teatral, ya no es suficiente. Los chicos tienen cada vez menos
tiempo para el disfrute y el desarrollo de su capital cultural. El SIMCE se ha
transformado en la PSU de los niños, si hasta facsímiles se venden en los kioscos,
pero muy poco se habla de la importancia y lo necesario del arte en la
formación social, intelectual y emocional en la vida del niño/a, pero no es
extraño si se han disminuido las horas artísticas del currículum educacional,
al punto de casi hacerlas desaparecer. Entonces ¿Cómo formamos nuevas audiencia
si cada vez hay menos espacios para trabajar y la gente no acostumbra a pagar
una entrada?, ¿para donde vamos como sociedad si ya las artes son un bien de
consumo y no social?
Cuando
nos enfrentamos a la nueva obra, a esa
que nos gustaría desarrollar, pensamos inequívocamente ¿Se venderá?, ¿Este año
quien estará en el jurado fondart? Y se me viene a la cabeza una frase de
Meyerhold “(…) Debes hacer que paguen por el teatro que ellos quieren ver, pero
debes paga de tu propio bolsillo el teatro que quieres hacer”. Porque lo cierto
es que la realidad nos asusta y nos aturde, no lleva por un camino de
insensatez, creyendo que el arte es industrializable, que las ferias de
negocios aseguraran un posible contrato con algún municipio o corporación o que
un programador nos lleve a recorrer el mundo, ganando en euros, dólares o
yenes… que lindo. Pero no, la verdad es que hay que llegar a fin de mes y
olvidarse que la creatividad, la pasión y el contenido deben estar puestos al
servicio de la sociedad.
Se
han construido muchos centros culturales en la región pero sin presupuestos. El
estado le dice a los municipios que es responsabilidad de estos últimos
gestionar los recursos para que la actividad cultural florezca y se desarrolle,
pero los municipios responden “¿Y con que ropa? Si tenemos deudas históricas en
educación, salud, campañas, juegos artificiales de año nuevo, o algún
evento “a mil” de impacto nacional que nos haga sentir que somos parte de la
gran capital”, pero que a los artistas locales nos dejan la sensación que el
presupuesto (y las voluntades) podría invertirse, además, en elencos de acá.
Pero,
si coincidimos en la necesidad de las artes en todos los niveles sociales y la
cultura como un derecho, de las actuales políticas culturales no se puede
esperar nada, o tal vez si, esperar a que algún día nos organicemos y podamos
participar de la construcción de leyes que protejan a los trabajadores de las
artes desde otra área que no sea el código del trabajo, que tengamos nuestra
propia ley del teatro, pero ojo, una que nos sirva a nosotros y no a los
productores, que sea escrita por los trabajadores de las artes, y no por
definiciones de diccionario, porque solo nosotros sabemos quienes son lo
trabajadores del teatro, solo nosotros, porque no espero que un gestor, un
director de corporación, un productor e incluso un ministro entienda que la
única forma de sostener el arte en Chile es subvencionándolo. Necesitamos salas
independientes, necesitamos equipamiento para estas, necesitamos de políticas
culturas estén en sintonía con los creadores y con la realidad regional y,
sensibilicen a las instituciones respecto a la importancia de invertir en
cultura, de promover la acción local, necesitamos más entidades que valoren y
entiendan la importancia de la creación, del hecho artístico, del arte sin el
concepto de industria, pero sobre todo necesitamos desarrollar una sociedad que
dignifique efectivamente el “quehacer humano” y, en nuestro caso, la dignidad del artista, que al fin y
al cabo es lo único que podremos heredarle a nuestros hijos, el resto será solo
historia para el rescate patrimonial de un pasado que se extinguió.
2013.
- "El honorable trabajo de la creación", por César Parra Gutiérrez.
- "Qué esperamos para la cultura y el teatro penquista en el 2013", por Lizardo Gutiérrez Torres.
2012.
- "10 años de un largo caminar" por Carmen Gloria Moya Cisternas.
- "Del Teatro y la ciudad" por Susana Monserrat Chau Ahumada.