En una interesante entrevista con Francisco Viveros, un artista que retorna de Santiago a la tierra que lo vio nacer, se analiza la actualidad cultural regional y chilena y sus principales decisiones que lo llevaron a seguir el difícil camino del teatro. Temas como las inexistentes escuelas de teatro en Concepción y las que alguna vez existieron, los espacios para el arte y el nulo financiamiento estatal. Anticipa que esto “seguirá siendo así mientras la sociedad chilena prefiera construir más malls y tiendas de retail, en vez de centros culturales y áreas verdes.”
Egresado de la Pontificia Universidad
Católica de Chile y especializado en pedagogía teatral, Francisco Viveros cuenta
detalles sobre cómo llegó al teatro, los inicios de su vida artística y la
actualidad cultural en el país. Por estos meses, radicado en Concepción, como
el hijo prodigo vuelve a su casa y dictará talleres de teatro en dos
importantes corporaciones: Balmaceda Arte Joven y Artistas del Acero.
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Taller de Teatro para jóvenes y adultos (descargar documento) |
Francisco, en el momento que decidió irse a Santiago
a estudiar teatro, ¿Qué lo animó a tomar ese rumbo? ¿Existían escuelas de
teatro en Concepción? (en el caso que la respuesta fuese positiva:) ¿por qué
Santiago y no Concepción?
Mi vocación
por el teatro se inició al participar del Taller de Teatro y posteriormente de
la Compañía de
Teatro de Estudiantes de la
Universidad de Concepción el año 2002, ambas instancias
dirigidas por la gran actriz y directora penquista Berta Quiero. En ese
entonces, la única opción de formación actoral en Concepción era el antiguo
Instituto Barros Arana, pero la infraestructura que poseía no me pareció la
idónea para desarrollar la carrera de actuación.
Durante el
invierno de ese año viajé a Santiago a investigar en qué consistían las pruebas especiales de
admisión y a conocer las dependencias de la Universidad de Chile y
de la Universidad
Católica y había un mundo de diferencia: salas amplias, equipadas
con parrillas de luces, convivencia con otras carreras artísticas (música,
artes visuales) y entornos que invitaban a crear; además es innegable que
Santiago posee una gran variedad de espectáculos teatrales y por ende, mayor
campo laboral para un actor que el que podía ofrecer Concepción.
En el segundo
semestre de 2002 se hizo oficial la apertura al año siguiente de la carrera de Teatro
en la Universidad
del Desarrollo: solicité información e incluso me ofrecieron interesantes becas,
pero descarté la opción por tratarse del primer año que impartían la carrera y
no quise ser “conejillo de indias”. Luego rendí la PAA (sí, la última versión de
esa infame prueba), participé de las pruebas especiales y quedé aceptado en la Universidad Católica.
Lamentablemente
el tiempo me dio la razón, porque todas las Escuelas de Teatro que se han abierto
en Concepción en la última década han cerrado (UDD, Instituto Valle Central e
incluso INACAP que cerró sin egresados). Digo lamentablemente, porque con toda
la tradición teatral y movimiento cultural que posee Concepción, es desastroso
comprobar que actualmente no existe ninguna instancia de formación a largo
plazo para actores, actrices, productores, gestores culturales, etc. y eso es
otra herencia de nuestra educación chilena vista como un “bien de consumo”.
Desde sus sedes centrales en Santiago, los gerentes de Universidades e
Institutos se preguntan: ¿para qué sirven los artistas?, ¿cuánto dinero nos cuesta
formar un actor/actriz?, ¿habrá un nicho de mercado interesante para nuestra
carrera?, ¿nos conviene económicamente abrir una sede en Concepción?, etc.
Señores gerentes de la educación: una
sociedad sin artistas es una sociedad muerta, ciega, muda, que es incapaz de
opinar, reflexionar, verse en un espejo y reírse de sí misma. Pero eso es
demasiado peligroso para los amantes del status quo.
¿Qué estilo de teatro prefiere? ¿por qué?
Prefiero el
único estilo de teatro que conozco: el tercermundista latinoamericano sin
ningún tipo de recursos, afianzado en el contenido de los textos, en las buenas
actuaciones y en las ingeniosas puestas en escena. Siempre estamos mirando
hacia Europa con el realismo de Stanislavsky, el teatro pobre de Grotowsky, el
teatro épico de Brecht, etc. Todos ellos son aportes indudables al teatro
mundial, pero corresponden a un tiempo y una realidad absolutamente distante de
la chilena o latinoamericana: en Europa el Estado mantiene elencos estables en
sus principales teatros y existen otros teatros que les pagan a las compañías
para que presenten sus obras; acá en Chile el único teatro con un elenco
estable es el Teatro Municipal de Santiago (Teatro que paradójicamente no
incluye actores ni actrices, sino sólo bailarines, cantantes y técnicos), cuyos
trabajadores se manifestaron hace pocos días ante las malas condiciones
laborales (sin comentarios) y por otro lado, el sistema estatal de financiamiento
para las artes (Fondart) es absolutamente asistencialista, cortoplacista y nos
pone a competir entre los artistas por unas pocas monedas que no se condicen
con el impresionante PIB que exhibe Chile en sus cifras macroeconómicas hacia
el exterior. Eso seguirá siendo así mientras la sociedad chilena prefiera construir
más malls y tiendas de retail, en vez de centros culturales y áreas verdes.
¿Se inclina por la dirección, actuación, producción,
escritura o pedagogía teatral (en todo ámbito: vocacional, económico, etc.?
Mi
acercamiento al teatro fue a través de la actuación y es lo que me sigue
apasionando. Me declaro adicto al nervio que se siente previo a saltar al
escenario. En Santiago participé como actor en decenas de montajes y, tomando
en cuenta la realidad del teatro en Chile, no me puedo quejar de la parte
económica. El gran problema del trabajo del actor chileno es la poca estabilidad,
tanto económica como laboral: son muy pocos los lugares donde trabajas con un contrato
y muchas menos en donde te pagan imposiciones. En un comienzo, buscando algo
más de estabilidad, empecé a complementar mi trabajo de actor con el de
pedagogo teatral y en el camino me fui enamorando de enseñar a través de las
herramientas que entrega el teatro: hay infinitas maneras de enseñar/aprender y
por lo mismo me especialicé académicamente en ese ámbito. El hecho de ser
pedagogo teatral me ha llevado como consecuencia lógica a dirigir los montajes
de mis estudiantes, lo que si bien resulta un trabajo un poco estresante a
ratos, todo eso se devuelve al ver el resultado y la reacción del público asistente.
Aun no me he planteado la opción de dirigir obras de manera independiente, pero
es una labor que no descarto para el futuro.
Como
productor y gestor cultural me he ido formando en la práctica: en la formación
de pre grado que recibí en la UC
jamás nos enseñaron a producir una obra, a postular a fondos concursables, a
gestionar encuentros de teatro, etc. Todo eso he tenido que irlo aprendiendo a
puro ensayo y error, con la pérdida de tiempo (y dinero) que eso implica. Es un
mundo muy interesante de explorar y en el que me quiero seguir perfeccionando.
Como
dramaturgo, soy súper buen actor. Por suerte, mi pareja, María José Rivas, sí
escribe buen teatro (es excelente actriz y además muy buena psicóloga), así que
ahí nos complementamos y nos ayudamos.
¿Cómo ve la escena teatral penquista luego de 10
años?
Luego de diez
años de estudio y trabajo en Santiago es difícil tener una panorámica completa
de lo que ocurre con el teatro penquista, sin embargo en mis visitas a la zona
me pude percatar de la existencia de varias compañías y centros culturales que
están haciendo cosas: montando obras, itinerando con ellas, organizando
encuentros de teatro, de títeres, etc. Es muy positivo que exista esa actividad
alternativa a las obras del tipo Soy-un-rostro-famoso que-vengo-de-Santiago-y- cobro-muy-caro-por-hacer-teatro.
También he podido verificar una buena presencia en las redes sociales de las
agrupaciones teatrales penquistas, lo que aporta mucho en la difusión de los eventos.
En los dos
meses que llevo establecido en la zona ya he realizado contactos con
agrupaciones. Ojalá mi trabajo pueda aportar en lo que sea un próximo
resurgimiento del teatro penquista.
¿Qué piensa del anhelado, fantasioso y casi
‘chamullento’ teatro regional? Entendiendo que lo estamos esperando hace 50
años y que hace tiempo surge la idea de un teatro pencopolitano que nunca se
hizo, ¿podría ocurrir lo mismo?
Además de
teatrero, también escribo poesía en décimas en mi blog “La Ira Popular ”. Les
resumo mi pensamiento en verso:
del año
noventa y cuatro
que nos
promete un teatro
de estructura
fantasmal.
La política
está mal
repartiendo
con usura
los dineros,
sin cordura:
pero en el
Gran Concepción
somos más de
un millón
que queremos
más cultura.
Yo creo que
el problema tiene dos grandes pilares: por un lado están los gobiernos de los
últimos 53 años que no se han puesto los pantalones para devolverle a Concepción
y la Octava Región
un edificio teatral de calidad como realmente se merece. Por otro, está la
pasividad de los habitantes de la zona para exigir una infraestructura mínima
para el ámbito de la cultura.
Sería
interesante generar movimiento ciudadano en ese sentido, porque de lo contrario
pueden pasar fácilmente otros 50 años más y completamos un siglo sin Teatro en
el Bío-Bío: ¿qué tal?.
¿Se puede vivir del teatro en Chile, de la obra de
teatro propiamente tal, sin hacer clases, talleres o gestión cultural ‘anexa’?
Depende del
estilo de vida que lleves. Hubo periodos de mi estadía en Santiago en que fui
capaz de solventar todos mis gastos sólo trabajando como actor, pero considerando
que estaba soltero y vivía solo. Ahora estoy en pareja y nuestra intención a mediano
plazo es formar una familia, por lo que se hace más difícil vivir sólo de las
obras de teatro. Montar una obra implica muchas horas de trabajo y de ensayo
que nadie te las paga (excepto que te ganes un Fondart) y nadie asegura que tu
inversión en escenografía, vestuario, utilería, vaya a ser recuperada con el
borderó. En el teatro independiente si obtienes ganancias, por pocas que sean,
tienes que darte con una piedra en el pecho.
A los jóvenes apasionados por el teatro, ¿qué les
recomienda? ¿dónde estudiar, perfeccionarse?
Antes que
todo, les recomendaría que si de verdad les apasiona el teatro, jamás se den
por vencidos y traten de superar todos los obstáculos para lograr sus sueños,
porque se puede.
En cuanto a
los estudios, les recomendaría derechamente irse a estudiar a Argentina: la
educación es gratuita y de calidad (no como en otros países que no voy a
nombrar) y la cartelera teatral en Buenos Aires es (casi) infinita. Incluso los
arriendos son más baratos allá que en Chile.
Si se quedan
en Chile y considerando que en Concepción no hay alternativas de estudio, la
opción es Santiago. Investiguen bien las mallas curriculares y el cuerpo docente,
porque en Santiago hay tantas escuelas de teatro como botillerías o farmacias.
Francisco, ¿por qué volver a Concepción?
Desde el
punto de vista práctico, con María José decidimos cambiar Santiago por
Concepción principalmente por calidad de vida: la gente en Santiago está muy
estresada (sí, lo dije aunque suene cliché) y el simple hecho de desplazarte ya
es un problema; en cambio, Concepción te ofrece todo lo bueno de una gran
ciudad y le agrega distancias que son caminables o pedaleables, y para mí que
soy ciclista urbano, eso simplemente es maravilloso e impagable. Ahora, desde
el punto de vista artístico, mi intención es aportar al resurgimiento del
teatro penquista, montando obras de teatro que no sean crípticas, que sean
cercanas a la gente y que se conecten con la realidad y la historia de la Octava Región.
Comenzaré esta semana impartiendo clases de teatro en Artistas del Acero y en
Balmaceda 1215 sede Bio-Bío y para más adelante con mi pareja estamos pensando
en crear obras de teatro independiente o en integrarnos al trabajo de alguna
compañía de teatro que nos quiera invitar.
Para
finalizar, agradezco a las personas que están detrás del Blog “Tablas
Penquistas” por esta entrevista y el esfuerzo que hacen por difundir la
actividad teatral de Concepción.
Revista Teatral “Tablas Penquistas”
Un aporte al teatro de Concepción
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